Rosario de Velasco: antigua pero moderna
- Joaquin González
- 19 jul 2024
- 4 Min. de lectura
El Thyssen-Bornemisza National Museum redescubre a la pintora Rosario de Velasco y expone medio centenar de obras. Una artista abierta a las vanguardias, su trabajo fue reconocido dentro de los movimientos de la ‘Nueva Objetividad’ y ‘Vuelta al Realismo’. Sin embargo, militó para la Sección Femenina de la Falange por sus creencias católicas.

La artista figurativa madrileña Rosario de Velasco (1904-1991), íntima amiga de Pilar Primo de Rivera, fundadora de la Sección Femenina de la Falange, realizó importantes aportaciones a las Bellas Artes durante los años previos a la II República y en los años posteriores. Sin embargo, el alzamiento militar llevado a cabo por el General Franco junto a los Generales Mola y Queipo de Llano, que desató la Guerra Civil Española, marcó un periodo en el que la artista fue perseguida por su militancia falangista.
La posibilidad de participar activamente como mujer en un movimiento nuevo y para ella revolucionario, sin renunciar a su religiosidad, era vista por Rosario, probablemente, como una oportunidad. Algo que no hubiera sido posible abrazando el comunismo, como hizo su amiga María Teresa León. Rosario hablaba con frecuencia de su amistad con Pilar Primo de Rivera y del propio José Antonio, de quien aseguraba haber realizado la última foto en vida antes de su fusilamiento en Alicante. Esta militancia falangista la rememoraría Rosario mucho más tarde como un recuerdo lejano de juventud, que tuvo sentido mientras la Sección Femenina se mantuvo fiel a sus orígenes y no tras la apropiación franquista de la Falange y, con ella, de su Sección Femenina, tal como recuerda la hija de Rosario: “Mi madre reprochaba a Franco haber desvirtuado totalmente el falangismo. De hecho, consideraba a Franco un gobernante poco capacitado y torpe.
Fragmento de la Biografía de Rosario de Velasco, escrita por su nieto Víctor Ugarte Farrerons.
Rosario de Velasco creció en el seno de una familia de tradición castrense, acomodada y de fuertes creencias religiosas, rasgos que heredaría en su carácter. Residió en Madrid durante toda su infancia y adolescencia, y a los 15 años ingresó en la academia de Fernando Álvarez de Sotomayor, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y director del Museo del Prado en dos ocasiones.
A la edad de 28 años, su talento comenzó a resaltar entre los artistas de su época, consiguiendo reconocimiento con la segunda medalla otorgada en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1932 con Adán y Eva. Además, logró participar en la Exposición Internacional del Carnegie Institute de Pittsburgh en 1935 con la obra Gitanos, compartiendo sala con El Espectro de Vermeer de Delft, de Salvador Dalí. Velasco participó en distintas ocasiones en la Exposición Nacional de Bellas Artes; en 1934 presentó Lavanderas, en 1935 Penstiva, y en 1936 formó parte de la exposición de L´Art Espagnol Contemporain de París, donde presentó Carnaval. Su trayectoria estuvo marcada por los constantes prejuicios machistas predominantes en el ámbito artístico, con los que tuvo que lidiar debido a su condición de mujer.

Adán y Eva de Rosario de Velasco, 1932.
El talento de Rosario de Velasco era y, sigue siendo, indiscutible. Durante su primera etapa, la artista comenzó a atraer la atención de importantes críticos y amantes del arte de su tiempo. Su inclinación por el nuevo realismo incipiente en Europa hizo que sus obras contuvieran reminiscencias renacentistas de la generación del Quattrocento italiano, un estilo que la cautivó durante su formación mediante el estudio de artistas clásicos como Tiziano o Botticelli, predominando temas costumbristas en sus creaciones. Además, la peculiar percepción de la luz y el volumen presente en todas sus obras permitió a la artista desarrollar una forma propia, acercándose a las vanguardias alemanas de la Nueva Objetividad. Estas nuevas tendencias estéticas con una visión mucho más clara y depurada de lo realista, de las que Rosario de Velasco formó parte, se denominaron “Retorno al Orden”.

Gitanos de Rosario de Velasco, 1935.
Sin embargo, el carácter conservador de Velasco poco armonizaba con la inspiración de las nuevas generaciones de artistas alemanes, quienes, a partir de sus obras, transmitían su repudio hacia la sociedad burguesa. Artistas como Otto Dix, Max Beckmann o George Grosz, perseguidos por el nazismo cuando Adolf Hitler ascendió al poder, plasmaban en sus creaciones contundentes mensajes de denuncia social y sátira, enfatizando en la fealdad de aquellos que provocaban la miseria de las clases más humildes. Por otro lado, la vertiente italiana del “retorno al orden” poseía un carácter nacionalista y conservador, cuyo objetivo era contrarrestar las vanguardias más libres como pudieron ser el surrealismo, el cubismo, dadaísmo, entre otros, y así ensalzar los valores tradicionales y las políticas culturales del fascismo italiano. Se podría decir que ambos movimientos tenían ideales antagonistas.
Entre estas corrientes artísticas fueron con las que Rosario de Velasco se identificó a lo largo de su carrera. Los testimonios que aparecen en sus manuscritos publicados en la biografía escrita por su nieto Víctor y, el análisis de sus gustos sobre el lienzo, revelan similitudes que delinean y esclarecen los rasgos de su personalidad: defensora de los valores y prácticas tradicionales pero abierta a la modernidad. En definitiva, antigua pero moderna.
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