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Collage Art: del gamberrismo dadá a lo estéticamente cuqui

  • Foto del escritor: Joaquin González
    Joaquin González
  • 2 ago 2024
  • 5 Min. de lectura
La evolución del arte de los recortes. Una práctica, en su origen transgresora, que representó la inconformidad con todo lo establecido, y que ahora se ha transformado y ganado gran popularidad revirtiendo su esencia.


Los despropósitos de la Primera Guerra Mundial, que arruinaron a miles de familias alemanas debido a los intereses imperialistas de las clases poderosas, junto con las influencias de la filosofía de Nietzsche, que proclamaba la muerte del cristianismo, así como, sus máximas de esperanza y salvación para ser reemplazadas por los valores del “superhombre”, la modernidad, la industrialización y la lucha de clases, se combinaron con una tradición artística donde predominaba el talento y el dominio de la técnica. En torno a este contexto, en 1916, en el Cabaret Voltaire de Zúrich (Suiza), surgía el Dadaísmo como un nuevo movimiento de vanguardia, también denominado “antiarte”. Algunos de los artistas impulsores de este movimiento fueron las alemanas Hannah Höch, Emmy Hennings o el pintor y cineasta alemán Hans Richter.


Considerado como un arte menor, las manifestaciones artísticas dadá se caracterizaban por ser obras compendiosas creadas con materiales reciclados. El formato más extendido fue el collage, término procedente de la palabra francesa coller, que significa pegar. Estos artistas no sentían la necesidad de poseer extensos conocimientos sobre las bellas artes, aunque muchos de ellos los tenían, ni de utilizar complejos medios técnicos para ensalzar sus creaciones. Recortes de periódicos, revistas o desechos en la basura eran algunos de los recursos utilizados para dar forma a estas nuevas expresiones. Las principales fuentes de inspiración que alimentaron este movimiento fueron el inconformismo, la ruptura con la perfección, el rechazo a la norma y la crítica hacia las clases dominantes. En resumen, plasmaban con crudeza la realidad que circundaba la sociedad de su tiempo y reivindicaban nuevos prismas para el desarrollo de la creatividad en contraposición a lo ya establecido. También creaban expresiones surrealistas y delirantes, representaciones oníricas e imaginarias como alternativa al realismo, abriendo las puertas hacia nuevas formas creativas. El Dadaísmo traspasaría las fronteras de las artes visuales para introducirse en la poesía y la literatura.


Corte con el cuchillo de cocina dadá de Hannah Höch


El arte del collage sobrevivió al paso del tiempo y resurgió de manera contundente con el nacimiento de la música punk a finales de los años 70, manteniéndose presente durante los años 80 y 90. La cultura punk, que compartía similitudes con el dadaísmo en sus formas descaradas y autodestructivas, retomó estas prácticas artísticas para transmitir su ideología en publicaciones de prensa underground o fanzines, como la revista ‘Punk’ (Nueva York), ‘Bikini Kill’ (Atlanta) o ‘Patxaran’ (País Vasco), entre otras. Estas manifestaciones mantuvieron su esencia irreverente y reivindicativa, jugando un papel político y poniendo el foco en las luchas sociales de estos colectivos. El collage también fue utilizado en el subgénero artístico Kill Your Idols, una tendencia que servía para ridiculizar y desacreditar altos cargos políticos, celebrities o incluso excelentísimas majestades como la reina Isabel II de Inglaterra, así se refleja en la portada del segundo sencillo de Sex Pistols, God Save The Queen


Portada del sencillo God Save the Queen de Sex Pistols (1977). Diseñada por Jamie Reid.


Sin embargo, todo lo mencionado anteriormente ya forma parte de un pasado. Las simbologías en el arte y sus representaciones evolucionan hacía nuevos significados y estéticas, algo que puede observarse claramente en el arte del collage en nuestros días. A mi parecer, las nuevas tendencias se inclinan más hacía las gamas pastel, la fantasía, la pulcritud y, en definitiva, lo decoroso y amable a los ojos del espectador. Una estética que no solo se aprecia en esta modalidad de arte, sino que también se presentan en los interiorismos de nuevas aperturas de cafés, bares de copas, restaurantes, festivales, tiendas de artículos y otras áreas del terreno público. Y mucho tiene que ver con las culturas virtuales, los post , el “postureo” y los espectáculos en redes como Instagram y Tik Tok, y como internet conquista el mundo real, pero este es otro tema que daría para largo.


Kawaii Café, Madrid.


Siguiendo el hilo del “neocollage”, su cuquismo intrínseco y las perfectas composiciones entre las formas y el color, cabe resaltar la presencia de siluetas humanas. Ellas parecen haber salido de recortes de la revista House Wife Magazine, y ellos, de panfletos publicitarios de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. La predilección por la belleza clásica y los estereotipos de género saltan a la vista. Entre los elementos combinados, se encuentran vegetales, animales exóticos, ovnis o grandes edificios que aporten de un toque cosmopolita a las creaciones, todo ilustraciones o fotografías pertenecientes a las décadas de los 50 y 60, añaden ese aire retro y chic que hace que estas obras sean irresistiblemente adorables.


Cartel promocional del Ayto. de Madrid para Veranos de la Villa (2021). Diseñado por la collagista Lara Lars.


Con todo esto, no pretendo menospreciar las habilidades artísticas de quienes realizan este tipo de obras. Sin embargo, estas observaciones me llevan a reflexionar y cuestionarme sobre las causas que conducen a esta evolución tan drástica. ¿Cómo una identidad artística vinculada a fuertes convicciones políticas ha podido ser absorbida con el paso del tiempo por los convencionalismos? El arte, al ser una forma de expresión libre ha tenido siempre simpatizantes de todas las ideologías (cuando no ha habido censura). En este caso concreto, en el que se aprecia la banalización de un género, pone de relieve el detrimento de los movimientos artísticos como arma arrojadiza hacia las injusticias sociales. Cuando el imaginario colectivo, con el paso del tiempo, sustituye unas simbologías por otras y lo considerado como transgresor e insurrecto es eclipsado por lo normativo, podemos decir que el sistema hegemónico ha arrebatado los principios a una identidad y ha logrado otra conquista en el campo ideológico del arte. Aunque no todos los artistas actuales del collage se dejan seducir por estas tendencias, manteniendo en sus obras la función política y social que las caracterizaba en sus orígenes.  


Ilustración/Collage para Vanity Fair Spain (Jun/2021) con motivo del mes del Orgullo. Por la collagista Lara Lars.


Este fenómeno no es nada novedoso. A lo largo de nuestra historia más reciente, hemos visto como en muchos ámbitos del arte y la vida social han ido perdiendo su esencia reivindicativa y han sido absorbidos por las dinámicas de mercado. Esto ha sucedido con los festivales de música, ahora gestionados por las grandes industrias “culturales”; los voluntariados, donde prima la experiencia personal ante las necesidades comunitarias; el falso ecologismo o greenwashing; y la contraposición a los feminismos con el movimiento Tradwife, son algunos ejemplos. De cualquier modo, la carencia de pensamiento crítico inherente a la popularidad de estos fenómenos es algo evidente. El individualismo postmoderno destruye cualquier atisbo de sentimiento de solidaridad y consideración hacia lo comunitario, potenciando así un modo de vida extremadamente hedonista donde prima el amor propio. Pero eso sí, ¡qué bien lo pasamos y qué estilazo tenemos!         

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