Un film para reivindicar la responsabilidad afectiva en las familias
- Joaquin González
- 17 ago 2024
- 4 Min. de lectura
El primer largometraje en solitario de la cineasta Celia Giraldo, Un Lugar Común, se presenta como un relato de la cotidianidad y la dinámica familiar. En esta historia, la madre, como principal cuidadora, enfrenta su realidad para escapar de las sombras que su rol le han creado.

La joven cineasta catalana Celia Giraldo estrena su primer largometraje en solitario, un drama con tintes cómicos que aborda las complejas consecuencias del rol de madre en el núcleo familiar, un tema cotidiano y generalmente asumido. La historia muestra como este papel obliga a priorizar el bienestar de la familia sobre el personal, sin dejar espacio para la conciliación con una misma. La protagonista, Pilar, interpretada por la actriz Eva Llorach (El Cuerpo en Llamas o Disco Ibiza Locomía), encarna un personaje lleno de matices entre los que se destacan la ternura, la desolación o la frustración, sentimientos con los que muchas mujeres de esta generación pueden identificarse. Eva Llorach fue galardonada en 2019 con el Premio Goya a la Mejor Actriz Revelación, además de recibir el Premio Feroz y el Premio Forqué por su actuación en Quien te Cantará, dirigida por Carlos Vermut.
En este filme, no encontrarás una historia excitante ni intensamente emotiva; en cambio, el drama refleja una realidad con la que la mayoría de personas conviven a diario. La tensión aumenta a medida que avanza la película, logrando que el espectador empatice con los problemas emocionales que enfrenta Pilar. El ambiente familiar se convierte en un entorno rutinario y monótono, donde se desarrollan las actividades más simples de la vida, como comer o dormir, actos vitales que, en la mayoría de los casos, recaen en las madres de familia. Esta realidad impone una carga laboral y emocional desproporcionada en comparación con los demás miembros del hogar. La normalización de este rol conlleva la anulación de aspiraciones y deseos que toda persona necesita para su bienestar. Este desequilibrio ha sido históricamente perpetuado por el ideario patriarcal, condenando a la mujer a una vida doméstica. Aunque la protagonista no sufre las consecuencias que ser mujer implicaba en el pasado, aún se vislumbran vestigios de esta herencia injusta, lo que demuestra que todavía queda camino por recorrer para superarlo.

De izda. a dcha. Celia Giraldo, Félix Pons Ferrer y Eva Llorach durante el rodaje.
En una escena, Pilar es sorprendida por su hijo mientras está tirada en el sofá del salón, confusa y desamparada. Él le pregunta: “Mamá, ¿qué haces así? Pensaba que estarías trabajando”, dando por hecho cual debería ser su labor en ese momento, sin mostrar interés por los sentimientos de su madre. En otra escena, cuando Pilar pregunta a su hija mayor por qué nunca volverá a casa, la hija responde: “Mamá, me voy a Guatemala; es posible que nunca vuelva”, reflejando una actitud desconsiderada que a menudo muestran los hijos.
Por otro lado, la hermana de Pilar, interpretada por Aina Clotet, es una madre divorciada, moderna, jovial, libre y realizada, que cuenta con el apoyo de Pilar para los cuidados de su hija cuando esta lo necesita. Este personaje es otro ejemplo de relaciones familiares egoístas basadas en intereses y beneficios unilaterales que no son correspondidos. Es común que en las dinámicas familiares reine un trato egocéntrico y que la percepción de gratuidad lleve a asumir que los favores entre familiares no merezcan reconocimiento.
El título de este largometraje, Un Lugar Común, se puede interpretar en sentido reivindicativo con la intención de visibilizar las consecuencias nocivas que la cultura tradicional de la gestión y organización familiar pueden generar. Si bien es valioso preservar las costumbres que promueven una convivencia armoniosa e igualitaria, también es necesario evolucionar hacia paradigmas más justos cuando estas costumbres perpetúan desigualdades. El ámbito familiar sigue siendo uno de los espacios más rígidos en cuanto a los roles de sus miembros. La educación en sentido unidireccional, la falta de apoyo emocional, el desencuentro en áreas del entretenimiento, las expectativas poco realistas y, en general, los conflictos generacionales, contribuye a una convivencia distante y poco satisfactoria, donde la cooperación y la participación de la vida en familia se distribuyen de manera desigual.

Foto de archivo.
Afortunadamente existen redes de apoyo mutuo para mujeres, activismos sociales sin ánimo de lucro que ayudan a superar las adversidades que las madres de familia se ven obligadas a enfrentar. Sin la implicación de estas organizaciones, los duelos emocionales y las afecciones mentales que se producen en los entornos domésticos serían crónicos para quienes las sufren. Como es el caso real de María, madre madrileña que perdió a su hija de 17 años en un accidente de automóvil. La tragedia dejó a María devastada y en un profundo duelo. A pesar del apoyo inicial de familiares y amigos, María sentía que no podía sobrellevar la situación a causa del inmenso dolor emocional, llegando a afectar a su salud física y mental. Con la ayuda de la Red de Apoyo Mutuo, María fue recuperándose de manera gradual gracias a la asistencia de esta organización con reuniones periódicas, talleres y encuentros de escucha activa, intervenciones que le ayudaron a reencontrarse con la esperanza y dar de nuevo sentido de propósito a la vida.
Nunca es tarde para la implementación de nuevas dinámicas y espacios de entendimiento en los que cada miembro de la familia asuma responsabilidades, sea independiente y posea poder de decisión que obre a favor del bien comunitario. La familia es uno de los entornos más cargados de estereotipos y clichés, barreras que dificultan e incluso destruyen una convivencia armónica y beneficiosa para todos sus integrantes. Como dijo Paulo Coelho: “la familia es como una prisión donde se cumple una condena de sangre”, una realidad tristemente extendida, pero que puede ser transformada.
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